Sirva esta descripción de semana para muchos, pero sé que existen otros tantos en los que su trabajo no les permite saber a veces ni en qué día viven. Un abrazo para todos ellos. Para el resto esto que cuento les sonará.
Por definición los lunes deben ser asquerosos, pesados y antipáticos, y sobre todo hay que exteriorizarlo. No se te ocurra sonreír o dar los buenos días con energía porque te arriesgas a que te miren mal y te respondan con un gruñido. No, socialmente alguien estableció que los lunes son un asco y es el sambenito que le colgaron al pobre día. Debes ir arrastrándote, con desgana hasta en el habla y suplicando un café. Así en lunes, siempre, cada uno sin faltar, incluso aunque la suegra haya pasado el fin de semana en casa y solo desearas volver a la oficina para librarte de ella. Pues no, disimula tu alegría no seas loco.
Ya el martes no pasa nada, es un día anodino y no importa cómo vengas. Lo bueno del lunes es que no deja resaca para su siguiente amanecer y ya puedes soltar tus músculos faciales y sonreír.
Miércoles. Bien. Es un día en medio de la semana que algunos plantan su isla de descanso a mitad de semana entre la pesadumbre del lunes y la euforia del viernes. Es menos alegre que el viernes pero mucho más que el lunes, eso sin duda. Está ahí lejos de todo, lo bueno y lo malo. Es neutro y aquí cada uno ve el día como el borracho y bodeguero ven la botella.
¡Uy!, cómo pasa la semana que ya es jueves o eso que ya se ha extendido de ‘juernes’. Los más optimistas ya huelen el fin de semana y sólo hablan de sus planes para esos gloriosos días que se esperan como si no hubiera mañana… ilusos. Aún deben sobrevivir al día y superar otro más, pero el ánimo es tanto que pueden con todo y no les pesa el cansancio de la semana. Mañana es viernes, ‘San Viernes’, piensan y repiten como mantra.
Pi pi pi… Suena el despertador. Estás realmente cansado pero en ese momento en el que lanzarías el despertador contra la pared, una neurona reacciona y recuerdas que es viernes. Al fin es viernes. Ya el ánimo cambia. A este quinto día le tocó el lado bueno de la moneda y vive glorioso y espléndido cada vez que llega. Muchos lo celebran y cada dos frases ‘es viernes’ se cuela entre sus palabras. Bla bla bla es viernes bla bla viernes bla…
Y por fin ¡sábado! Quizá ni tengas planes, pero no tienes que ir a trabajar y ya eso es todo un regalo. Disfruta del día y la noche que es toda tuya.
Amaneces el domingo. Cantan los pájaros, quizá no los oigas pero en algún sitio cantan alabanzas al domingo mientras tú silbas al preparar tu desayuno especial. El día transcurre feliz hasta que tras el almuerzo y la siesta acude un terrible pensamiento: mañana es lunes. El domingo se convierte entonces en un pre-lunes. Un horror. Odias las tardes de domingo.
Entonces comienza la siguiente semana. El hámster sigue en su rueda…
Este es mi plan B.
El lunes como la oportunidad de otra semana para empezar nuevas tareas, planes, actividades, pensamientos. Empezar. Es un verbo maravilloso para un lunes. Es un buen día. Tienes sueño, lo sé, pero es más una actitud. Ya, ya sé que es difícil verlo así cuando tu labor diaria es un asco, pero la vida debería ser algo más que eso. Si no, apaga y vámonos.
No podemos vivir con las miras puestas en que el tiempo pase para que llegue el viernes porque esos días en medio también forman parte de nuestra vida y hay que vivirlos todos. No se trata de hacer una fiesta cada jornada sino de ser conscientes de nuestro devenir. Echar días atrás no es una opción. No al menos una buena. La propuesta es sencilla y gratificante llevada a la práctica.
Y el viernes, sí, es genial, pero es el momento de mirar la agenda, ver qué se nos ha quedado por hacer y pasarlo al lunes, cerrarla y coger aire. Comienza el fin de semana. Que lo disfrutes. A ver qué plan haces para el lunes. Empieza una nueva semana.