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En la orilla

En la orilla

Sus pies casi tocaban el agua. El día amaneció frío y ni con la llegada del mediodía calentó. Llegó la tarde y allí estaba, en la orilla. Lanzó una piedra al mar. Le lanzó una piedra al sol para que se escondiera ya, pero no le hizo caso. Aún le quedaba un rato antes de irse.

Sabía que el fuego era la única salida. Todo debía arder. No podía quedar nada, ni un mínimo rastro de su presencia. No tenía fuerzas para estar allí, no estaba preparado. Llevaba días intentando entrar pero se quedaba al otro lado de la valla. Hace poco vio a alguien rondando por su cabaña, con la oreja pegada a la puerta y no contento con eso intentó forzar la entrada. Gritó y el intruso huyó.

Lo que fue ya pasó, no iba a volver. El recuerdo impregnado en aquellas paredes, duele. Al fin decidido entró y recogió lo que quedaba. Fotos, libros y alcohol… Lo apiló en la barbacoa de la casa, allí donde compartieron tantas puestas de sol sobre el mar y le prendió fuego. Se quedó hasta verlo reducido a cenizas.

Aquel había sido su refugio, su lugar para esconderse juntos, para respirar su peso. Algo le había hecho volver, aún anda averiguando qué. Sabía por qué se fue, se quebró su vida e incapaz de tomar las riendas se dejó llevar por el viento. Se embarcó y a cambio de duro trabajo a bordo, lo llevaban dando tumbos por los puertos. Se hizo a la mar. Se hizo a no tener tierra bajo sus pies más de lo necesario hasta el siguiente embarque. La soledad fue su mejor amiga, la única en realidad. Apreciaba su silencio, su presencia a su ruego.

Las cenizas volaban al viento sobre el mar. Escapaban los fantasmas a través de sus lágrimas. Me alegro de verte de vuelta le susurró ella por la espalda, ¿me has perdonado ya?

Arde mi isla. Incendio en Gran Canaria.

Arde mi isla

Arde mi isla. Gran Canaria pasa la noche coronada en fuego. A mí se me encoge el alma. El fuego avanza aún imparable.

Dos mil hectáreas hablan en las noticias. Imágenes sobrecogedoras. Familias que abandonan temblorosas sus casas. Otros preparan las maletas y recogen lo necesario por si en la noche deben huir. No creo que duerman. Yo no podría.

Los optimistas dicen que lloverá, que el frío viene para amedrentar las llamas. Llamas de un fuego gigantes como molinos. Llamas que solo desde el aire pueden ser combatidas pero habrá que esperar al día. La noche será larga, será lenta.

El humo, visible ya desde la isla de enfrente e incluso algún satélite ya lo registró. Humo que ya por la tarde teñía de rojo al sol. No daba crédito al verlo.

Cae la noche y el naranja intenso del fuego se hace más visible, más grande, más temible. Llegan fotos de varios puntos, varios focos. Frentes agresivos. Más me encojo. Fotos de zonas quemadas y ya lloro. Arde mi isla. Algo bueno en esto y que me conmueve: gente que abre sus casas para que las familias desalojadas tengan un sitio o quien ofrece espacio en su finca para albergar a los animales hasta que esto pase. Gracias.

Arde mi isla. No por mía, sino yo de ella. Gran Canaria arde, otra vez.