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En redondo

En redondo

Esto es lo último que recuerdo antes de desplomarme. Vi cómo el mundo giraba bajo mis pies, aunque creo más bien que quien giraba era yo cayendo redondo, pero en ese momento no puedes pensar con claridad. Mi chica me había citado bajo nuestra pérgola favorita, donde un viejo banco desgastado por las inclemencias del tiempo nos esperaba. Un rincón poco transitado donde la llevé en nuestra tercera cita. Quería mostrarle donde acababa siempre que me sentía perdido. Le encantó cómo le desnudé mi alma mientras me escuchaba con los ojos cerrados. Desde entonces sabía dónde estaba cuando necesitaba pensar. Yo le enviaba una foto del banco diciéndole que allí siempre habría sitio para ella. Un beso venía cada vez de vuelta.

Sabía que la relación no pasaba por su mejor momento pero en el fondo nos queríamos… Se la veía inquieta, con prisa por acabar. Me estaba asustando. Una gota de sudor frío me recorrió la nuca. Las palabras brotaban de su boca pero ya era incapaz de oírlas. Solo alguna llegó a mí: tiempo, espacio, distancia… pero no amor, compartir, juntos. Siempre he sido mal oyente y creo en mi mente discursos paralelos con lo que supongo intentan decirme. Ella me zarandeó intentando traerme a la realidad y mientras me preguntaba si la había entendido. Sus ojos de miel mostraban preocupación.

Me levanté sin decir palabra y solo pude echar a correr. Deambulé por el recinto buscando un lugar donde el eco de sus palabras dejara de retumbar en mis oídos. Parecía seguirme. Lo conseguí cuando mi cabeza casi da contra el suelo. En un segundo de supervivencia mis manos cubrieron mi cara y eso evitó la tragedia.

Entonces la oí enfadada.

– ¿Pero tú me has escuchado? ¿No te parece que exageras? ¡Solo quiero irme 6 meses a Londres porque me han dado la beca!

Rompí a reír y entonces sí que vi furia en sus ojos, ¡ay, que ahora sí que me deja!

Ser rana

Ser rana

Soy un príncipe camuflado. Esperaba algunos besos más. Quizá esto de ser rana no sea tan divertido como pensaba. Como humano no me comía una rosca, aunque mi madre cuando era pequeño decía eso de, ¡ay qué niño tan lindo! El resto al verme se quedaban en un, qué simpático, qué ojazos… Me explico, ¿verdad? Sí, la belleza no pasó por mi cara. Así que pensé que siendo rana tendría más suerte de ser besado. Leí muchos cuentos de pequeño porque ni los niños querían jugar conmigo. Mi madre decía que eran tontos porque no veían más allá. Yo no lo entendía.

Descubrí todo un mundo de aventuras. Me pasaba las horas leyendo. En mis cuentos había princesas que besaban ranas y vivían felices para siempre, así que creí que si era una rana alguna princesa se fijaría en mí. Iluso, ahora lo sé. Pero estaba tan desesperado que acudí al hada de los cuentos y supliqué ser rana aunque solo fuera por probar la experiencia.

Así que ahora vivo en una pequeña charca. Soy el rey del lugar, un rey sin corona, un príncipe sin beso. Los cuentos son historias bobas. ¿Será que saben que no soy de la realeza y por eso no me quieren besar? ¿Seré acaso una rana fea?

Es difícil ser rana, sobre todo aburrido. Croac croac es toda la conversación que puedo tener, ¿se imaginan? Ser rana con mente humana es horrible. Prefiero seguir con mi vida de humano sin reino pero con algo más de charla. Ya sé que las princesas de los cuentos no existen. El hada me lo advirtió, por suerte la magia es temporal y volveré a mi ser.

Adiós charca, adiós. No más moscas. Me vuelvo a la vida fuera del agua, que no digan que no lo intenté. Ahora sé que no es verdad lo que cuentan los cuentos: no hay princesas que besen ranas. Nadie besa ranas.