San Juan

San Juan

Noche de San Juan. Por mi ventana entreabierta llega hasta mí el olor de las hogueras que arden cerca. Fuego que deseamos devore todo lo malo que le lanzamos con la esperanza que lo bueno llegue por fin a nuestras vidas. Llegó el verano y ya estamos de fiesta saltando el fuego y brindando por todo. Cualquier excusa es buena: viva el verano, viva San Juan.

Noche mágica, llena de recuerdos y supersticiones. Recuerdo ver el vibrante fuego en un montón de puntos luminosos por barrancos y rincones. El calor intenso que casi quemaba las pestañas. Es el único fuego que me gusta mirar y siempre desde el respeto. Mientras, en las brasas las piñas que se asaban en una eternidad y que devorábamos en un suspiro. Recuerdo la oscuridad alrededor de la hoguera, las sombras que bailaban al compás de la brisa, el intento de ver en el cielo algo más que el humo perturbando una malla de estrellas.

Noche de San Juan. Cuídense de brujas y hechizos o aprovechen su magia para saber el nombre del futuro marido o si tendrá dinero. Eso contaban las historias a las mujeres antaño. Les decían: coge tres papas; pela una, otra solo la mitad y la tercera no se toca. Las tiras debajo de la cama y por la mañana, sin mirar coge una. En función de la cantidad de piel que tuviera sería la fortuna del futuro esposo. Lo que se deben aburrir las pobres brujas para dedicarse a esos menesteres en una noche tan larga y cálida como la noche de San Juan.

Salten las llamas si se atreven y rían. Pidan la renovación al fuego de las hogueras de San Juan antes de que se consuman y sean presa de la oscuridad que se les cierne. Con la mañana quedarán los restos, las cenizas que a poco que sople el viento, volarán.

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