La h muda, ignorada, ni siquiera cuenta para acentuar. Frustrada esta octava letra de nuestro alfabeto porque alguien decidió que ningún sonido acompañara su presencia. La podemos ver al principio de algunas palabras o escondida en medio de sus compañeras las letras sonoras, pasando por completo desapercibida. Triste está la h. A nadie le importa si va despeinada o si repite el mismo vestido dos días. No se da cuenta de su poder, o me dirán que nunca tuvieron la curiosidad de ser invisibles y entrar donde quisieran sin ser vistos.
La h se frustra al creer ella que no cuenta solo porque no suena y sin embargo eso la hace única. Mira una h.
Qué seríamos sin la escalera del alfabeto. Naufragaríamos cada día entre tanta ‘ola’. El hombre se sentiría desnudo, el huérfano más abandonado y no tendríamos hermosura. Qué haríamos sin ella, la necesitamos para hablar y no ahogarnos solos en nuestras historias, echando mano del humor y al llegar al hogar holgazanear hasta el siguiente día hábil. Ay h, te necesitamos.
A veces para no sentirse tan sola salta a la tercera posición del alfabeto para ver a su amiga la c porque juntas tienen ese peculiar sonido y van en busca de la a para salir a bailar… cha cha cha.