Algún día bajaré la persiana

Algún día

Una vez más el sol entraba por las rendijas de la persiana. Otra vez me la dejé sin bajar por completo y llegó a mí más luz de la que hubiera deseado. Me envolví la cabeza entre las almohadas y las sábanas refunfuñando, pero claro, así no se puede respirar. Cabreado ya con el día, me levanté. Algún día tapiaré esa ventana o pondré unas persianas programables que bajen solas.

Me dejé caer en el sofá de camino a la cocina a hacerme un café, pero no podía quedar así y empezó a sonar el despertador al otro lado del pasillo. Primero logras ignorarlo hasta que va subiendo el tono y la exigencia de ser apagado, como si también tuviera un mal despertar. No queda más remedio que ahogar sus gritos con ese simple botón de off.

Elegí el café más fuerte que tenía y sin que apenas terminara de salir empecé a tomarlo. Solo. Nada con tanta personalidad se puede mezclar desvirtuando su sabor con azúcar que lo mata o leche lo diluye hasta dejarlo como aquel café con leche que tomabas de pequeño antes de ir al colegio. Sacrílegos todos los que matan el café, dije en voz alta y reí.

Diría que el día empezaba a enderezarse pero sabía lo que venía un rato después. Un trabajo espantoso al que acudía cada jornada esperando que fuera la última allí. De algo hay que vivir, y mi oficio, la fotografía, no me da para ello. Las fotografías de boda me parecen todas iguales. Ya nadie quiere un fotógrafo más que para las típicas fotos, y discutir con estresados novios intentando que vean la belleza que captan mis ojos más allá de las poses, es agotador.

A veces algunos que han visto mi trabajo me llamaban entusiasmados suplicando porque tenga un hueco en mi agenda para ellos y comienza el baile. Primero les digo que está difícil, que he de consultar la agenda para ver el trabajo que tengo para ese día y que les llamaré al día siguiente. Luego me reblandezco y los llamo al cabo de unas horas porque me han anulado algo y les puedo hacer las fotos, pero que me tienen que dejar hacer a mí. No es fácil.

Me gusta capturar sentimientos puros, sin pose. La gente que ríe sin pensar en sus dientes o si le sale papada. La que se emociona. Me gustaría hacer fotos en un duelo, esas caras rotas, las miradas perdidas navegando en lágrimas y todo envuelto en aparatosas coronas de flores y gente en negro. Todo es real, inesperado, sin programación, sin más artilugios. Algún día, cuando logre la invisibilidad lo haré.

Son las 10:00 a.m., ¡plof! se rompió la burbuja. De hecho hace más de medio año que no cojo la cámara. Vendo ropa a adolescentes que sueñan con unicornios. Peor aún, a sus torpes padres que les compran y chantajean con esas zapatillas último modelo por tener buenas notas. Resignado coloco las prendas mientras sueño despierto. Mañana lo dejo, pienso otra vez. Algún día me armaré del valor para hacerlo. Algún día.

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